miércoles, 5 de octubre de 2011

Antes de verte.

Me preguntaste si yo tenía mariposa cuando estaba contigo, si sentía algún cosquilleo en mi estomago. Contestándote que realmente no tenía mariposa, tenía “osos polares”. Pero quiero que veas que es lo que me ocurre ante de estar contigo, antes de que llegue el momento de volver a verte otra vez.

Antes de verte, repaso todo los puntos a donde vamos a ir, que vamos hacer y que otras opciones podemos acabar, intento que cada momento contigo sea “nuestro momento” ese momento que sea inolvidable, mágico, donde los pequeños detalles queden en anécdota, en chiste de un futuro, o un recuerdo que podamos volver a recordar.

Antes de verte, me empieza a sudar las manos dando a un inicio de cosquilleos por todo el cuerpo, llegando a un estado de paranoia con el tiempo. Aunque me digas que he llegado tarde o me he saltado la hora, organizo lo que tengo que hacer para no llegar impuntual. Filosofo un rato antes de ir a la ducha; al terminar me dispongo a ducharme como si no hubiera un mañana haciendo una fiesta de espuma en mi cuarto de baño; al salir del baño, veo el reloj, se me acaba el tiempo y tengo que darme prisa, el nerviosismo se apodera de mi, miro la ropa que me voy a poner, intento visualizar todos mis pantalones, todas mis camisas, y zapatos, para poder ir conjuntado, a tu semejanza, me visto de una forma ordenada y rápida: calcetines, pantalón, camisa y zapatos nunca falla y te hace perder menos tiempo; bajo hacia al baño, entro y preparo el cepillo de diente, el dentífrico y 5 minutos moviendo el rastrillo intentando quedarme sin dientes; después de pasar el sacho, salgo por la puerta pero tengo la sensación de que se me olvida algo, y ese algo son tres cosas fundamentales: la cartera, el móvil y las llaves. Subo las escaleras de dos en dos, y de tres en tres raras veces, para ir a mi cuarto y cogerlo, para disponerme hacia mí camino, tu casa. Salgo y voy a un ritmo acelerado, un trote normal, pero sin correr, intento cortar camino para poder llegar a tiempo, a la hora señalada, y al cercarme a tu casa, respiro hondo, para que no se me note que e ido “corriendo”, toco tú timbre y escucho una voz “ya voy” eres tú, pareces por la puerta, y noto como mi corazón empieza acelerar, como aquella noche del 19 de diciembre, te veo bajar las escalera, esquivando a tus perros, abres la puerta y te veo.

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